miércoles, 18 de febrero de 2009

La definición de inteligencia y estupidez de Cipolla


La Tercera Ley Fundamental
(Ley de Oro)

"Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".

Carlo M. Cipolla - Allegro ma non troppo

Para poder saber de que hablamos es necesario definir lo que consideramos inteligencia y estupidez con precisión. La definición de la Real Academia de la Lengua es demasiado ambigua, amplia y poco clara como para percibir en ella el carácter nocivo de la estupidez.


Tampoco nos ayuda mucho el artículo de Wikipedia que redirige al artículo de tonto definido como "
el adjetivo referido a la persona de inteligencia escasa. Se usan como sinónimos infinidad de términos como, por ejemplo: menso, lerdo, tarado, idiota, hijo de burro, animal, boludo, lelo, imbécil, gafo, etc..."

Es decir, que se contrapone la estupidez a la inteligencia. Según el RAE:

inteligencia.

(Del lat. intelligentĭa).

1. f. Capacidad de entender o comprender.

2. f. Capacidad de resolver problemas.

3. f. Conocimiento, comprensión, acto de entender.

4. f. Sentido en que se puede tomar una sentencia, un dicho o una expresión.

5. f. Habilidad, destreza y experiencia.

6. f. Trato y correspondencia secreta de dos o más personas o naciones entre sí.

7. f. Sustancia puramente espiritual.


Con estas definiciones no se entiende el rechazo que naturalmente sentimos por las personas estúpidas y la atracción que generan en nosotros las personas inteligentes.

Más allá de la admiración que nos puedan generar las capacidades mentales de determinadas personas que consideramos inteligentes y la "pena" que nos pueda dar cuando observamos a personas que carecen de estas capacidades, lo que verdaderamente nos causa atracción o rechazo es el efecto que otras personas tienen en nosotros. Este efecto puede ser beneficioso o dañino. Cuando nos referimos a alguien de forma despectiva como un estúpido la mayoría de las veces es en relación a algún acto de esta persona que nos resulta desagradable o repulsivo desde el punto de vista ético. Es decir la conducta de esa persona va en contra del bien, el nuestro personal o el colectivo, y por lo tanto es dañina.


Cuando por el contrario recibimos un bien de una persona solemos asociarlo a otra cualidad humana que es la bondad. Cuando hacemos esto no reparamos en que para producir un bien es necesaria la capacidad de crear que asociamos sin dificultad a la inteligencia.

Carlo M. Cipolla en su ensayo resuelve esta ambigüedad con la definición de estupidez que encontramos en la Tercera Ley Fundamental.


Previamente al enunciado de esta Ley introduce en el capítulo 3, "Un intervalo técnico", un sencillo sistema para clasificar las relaciones de una persona con sus semejantes en base a sus acciones.

Para cada acción define dos variables:


X la ganancia que el indivíduo obtiene de la acción.

Y la ganancia que el indivíduo proporciona a los demás con la acción.

Aunque Cipolla no lo aclara yo aquí incluiría que las ganancias se pueden entender en sentido ámplio no solamente material. Ganancia sería cualquier cosa que contribuya al bienestar y la felicidad de una persona.


Si se aclara que "la ganancia puede ser positiva, nula o negativa: una ganancia negativa equivale a una pérdida".

Con este sistema una acción se puede representar facilmente en un gráfico mediante ejes coordenados.

En el primer cuadrante (I) estarían aquellas acciones que benefician a quienes las hacen y quienes las reciben

En el segundo (H) las que benefician a quienes las reciben a cosa de una pérdida para quién las hace.

En el tercero (E) aquellas que resulta perjudiciales para quienes las hacen y quienes las reciben.

En el cuarto (M) aquellas que benefician a quienes las hacen causando perjuicios a los demás.

Con este sistema están establecidas las bases para las definiciones que necesitamos.

Aquellos indivíduos cuyas acciones se sitúan principalmente en el primer cuadrante son definidas por Cipolla como "inteligentes". Sin embargo aquellos cuyas acciones se sitúan principalmente en el tercer cuadrante serían los "estúpidos".

En el cuadrante (H) estarían las acciones de las personas que por propia voluntad se perjudican a si mismos para beneficiar a los demás. En algunas páginas de internet clasifican a estos indivíduos como "benévolos" sin embargo en la definición de Cipolla estos indivíduos recibirían la clasificación de "incautos".

En el cuadrante (M) estarían las acciones de los "malvados", personas que se aprovechan de los demás para beneficio propio.

Hay que observar que es más fácil clasificar las acciones de una persona que a la persona misma ya que no necesariamente todas las acciones de una persona se ajustan a un cuadrante.

Esto lo aclara Cipolla en el capítulo 5, "Distribución de la Frecuencia":

"La mayor parte de las personas no actúa de un modo coherente. En determinadas circunstancias una persona actúa inteligentemente, y en otras esta misma persona puede comportarse como una incauta. La única excepción importante a la regla la representan las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuación.

Una persona inteligente puede alguna vez comportarse como una incauta, como puede también alguna vez adoptar una actitud malvada. Pero, puesto que la persona en cuestión es fundamentalmente inteligente, la mayor parte de sus acciones tendrán la característica de la inteligencia.

El hecho de que sea posible analizar a los individuos en vez de sus acciones, permite hacer algunas digresiones sobre la frecuencia de los malvados y de los estúpidos.

El malvado perfecto es aquel que con sus acciones causa a otro pérdidas equivalentes a sus ganancias. El tipo de malvado más ordinario es el ladrón. Una persona que roba 10.000 liras, sin causar daños posteriores, es un malvado perfecto: tú pierdes 10.000 pesetas, él gana 10.000 liras.

Sin embargo, los malvados perfectos son relativamente pocos. Los malvados que obtienen para sí ganancias mayores que las pérdidas que ocasionan a los demás son deshonestos y con un grado elevado de inteligencia, pero, desgraciadamente, no son muy numerosos. La mayor parte de los malvados son individuos cuyas acciones les proporcionan beneficios inferiores a la pérdidas ocasionadas a los demás. Si alguien hace que te caigas y te rompas una pierna para quitarte 10.000 liras, o te causa daños en el automóvil por un valor de 50.000 liras para robarte una radio insignificante, por la que no va a obtener más de 3.000 liras, si alguien te dispara y te mata con el único objetivo de pasar una noche en Montecarlo en compañía de tu mujer, podemos estar seguros de que no se trata de un malvado "perfecto". Aun utilizando sus parámetros para medir sus ganancias (pero usando los nuestros para medir nuestras pérdidas), este individuo se situará muy cerca del límite de la estupidez pura.

La distribución de la frecuencia de personas estúpidas es completamente diferente de la distribución de los malvados, de los inteligentes y de los incautos. La razón de esto es que la gran mayoría de personas estúpidas son fundamental y firmemente estúpidas; en otras palabras, insisten con perseverancia en causar daños o pérdidas a otras personas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo. Pero aún hay más. Existen personas que, con sus inverosímiles acciones, no sólo causan daños a otras personas, sino también a sí mismas. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos."


Es decir lo que define la calificación de una persona no es una acción aislada, sino su tendencia a actuar de una cierta manera. También se señala que incluso entre malvados o incautos hay una mayor tendencia a la estupidez o a la inteligencia. Esos campos estarían separados por la bisectriz del segundo y cuarto cuadrante.


Con esta sencilla definición de inteligencia y estupidez ya podemos extraer consecuencias útiles para relacionarnos con los demás de la manera más beneficiosa para ellos y para nosotros mismos. También estamos en condiciones de entender el resto de leyes, lecciones y consejos de Cipolla.

NOTA: En la imagen superior Don Quijote, Alexander Fleming, Hommer Simpson y El Dioni

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